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Capitulo 10 :Conclusiones.

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Mensaje  tanur Sáb Mayo 23, 2009 4:01 pm

Capitulo 10 :Conclusiones.
Lo que las brujas modernas llaman magia no tiene nada que ver con las creencias antiguas. Ellas no creen que se pueda crear tormentas o invocar espíritus malignos, sino que creen que los acontecimientos están controlados por una o varias mentes humanas y ellas buscan como hacer contacto con ellos e influir así sobre las mentes de los otros.
La magia brujeril es una combinación de ciertos aspectos de del ocultismo y fenómenos de la parapsicología como: Percepción extrasensorial, telepatía, hipnotismo, autosugestión, precognición, escritura automática, radiestesia, y demás.
La ciencia tiembla al oír la palabra brujería, pero sin embargo han intentado estudiarla expertos en áreas tales como la biología o psicología, y han encontrado similitudes entre sus investigaciones y las creencias de la brujas, tal vez la ciencia del futuro pueda investigar esta practica, por ahora la gran diferencia es la fe que esta de por medio.
En si misma la magia no tiene sentido moral alguno, pues esta se utiliza tanto para el bien como para el mal, pero es raro ver que sean practicas maléficas. Las brujas plantean que su magia no es infalible, pero dicen que el porcentaje de efectividad es tan alto como para atribuirlo a una simple casualidad.
Ella creen que todas las personas tienen cierto potencial paranormal que pude ser desarrollado con el aprendizaje. Pero también se necesita del conventículo de la fe, y del ritual para que así cada mimbro contribuya.
Gardner dice que hace falta cierta aptitud para que los miembros del culto sean eficaces: “ La brujería era y es un mundo que no resulta asequible a todo el mundo. A menos que tengas atracción hacia lo oculto, o tengas una sensación de lo maravilloso, un sentimiento de que puedes, durante unos minutos, escapar de este mundo a uno de hadas y duendecillos no sirve para ti.”
La publicidad ha creado un aura de sensacionalismo erótico en torno a la brujería que atrae a neuróticos, exhibicionistas, o persona inmaduras e inestables. Las brujas en realidad son serias y mas quisquillosas que sus demás congéneres, incluso tienen estrictamente prohibido debelar su condición de brujas, además los cultos de iniciación no son nada barbáricos, como beber sangre o danzar desnudas, sino que es algo místico, como un sueño místico y sublime para quien de verdad cree en esto.
BRUJERÍA EN CHILE: ESPACIO DE CRUCES GENÉRICOS, ÉTNICOS Y DE CLASE.
Algunas definiciones.
La brujería siendo universal posee realizaciones y definiciones particulares de acuerdo a las culturas; de ese modo podemos distinguir que la brujería es una construcción social y como tal varía de pueblo en pueblo. El auge de las prácticas brujeriles en el mundo occidental se encuentra en Europa a fines de la edad media y durante el renacimiento. Desde esa época la brujería aparece como “... el ejercicio de un poder sobrenatural que se supone poseen quienes han hecho un pacto con el diablo” y, más específicamente, esa persona es casi siempre una “... maga, hechicera... sobre todo (una) mujer a quien la creencia atribuye pactos con el diablo o con espíritus malignos y capaz, mediante su cooperación, de realizar actos sobrenaturales”1
Por otro lado, algunos especialistas en el tema sostienen la importancia de diferenciar entre magia, hechicería y brujería, entendiendo a esta ultima como “un culto de la antigüedad” y distinguiendo la existencia de una brujería operativa y una brujería ritual.
Desde la antropología se prefiere utilizar el termino chamán, para el caso de las sociedades sin escritura, como sustituto de “brujo/a” o “curandero/a”.
Como vemos las nociones varían; pero tiene en común el hecho de que habría personas que pueden actuar ya sea en “bien o en mal” por medio de procedimientos ligados a lo sobrenatural.
Un planteamiento interesante es el de René Girard, quien pone de relieve la construcción social de la bruja como una victima de las persecuciones sociales, debido a que son una minoría que perjudica a la sociedad y que pese a su insignificancia personal, se entrega a una actividades susceptibles de afectar al conjunto del cuerpo social. Desde esta óptica la bruja es “creada” socialmente, asumiéndose como una victima propiciatoria perfecta.
Pero, como nos hemos percatado no solo en el mundo occidental la brujería existió como fenómeno social. En África, por ejemplo, esta institucionalizada y en muchas otras sociedades indígenas de Latinoamérica ocupa y ocupó un papel importante. Sin duda, los y las chamanes del universo indígena no sólo tuvieron incidencia en la manipulación de los sobrenatural, sino que “... fueron a menudo líderes y también protectores de sus grupos y los chamanes-mesías sudamericanos solían combinar poderes políticos y mágicos por igual”2
En el caso mapuche, que es el que se despliega en nuestro territorio-junto al español-, la diferencia entre chamanismo positivo y negativo se especifica en Machi y Kalku, respectivamente.
El que hace el mal es el Kalku. Sin embargo, las fronteras entre uno y otro son esencialmente coyunturales, toda vez que un machi puede advenir en brujo según el éxito reiterado que tenga en la sanación de sus enfermos. Desde la cosmovisión mapuche ninguna muerte es natural y muchas dolencias físicas son ocasionadas por agentes sobrenaturales, por manipulaciones de los Kalku. De este modo, la brujería tiene una importancia central en la vida de los sujetos: hay que cuidarse de ella y detectarla a tiempo para lograr el equilibrio del cuerpo enfermo.
Mujeres apasionadas, mujeres enamoradas: las victimas de la Inquisición.
Como es fácil de apreciar, en el Chile colonial no se produjo una persecución a las mujeres brujas, ni existio el fenómeno de su casería indiscriminada. Por otro lado, la Inquisición en los países periféricos como el nuestro tuvo escasa influencia.
Los procesos seguidos a Francisca de Escobedo, Juana de Soto, Maria de Encío y Juana de Castañeda guardan algunas semejanzas entre sí. En primer lugar se trata de españolas-salvo la Castañeda que es una mulata- acusadas por consultar a “indias hechiceras”. En segundo lugar, todas ellas son mujeres involucradas con otras para obtener un beneficio mágico. Percibimos entonces que la practica de la hechicería conjuntaba a mujeres de distintas etnias y clases y por tanto que había un lenguaje común que posibilitaba el dialogo entre ambas.
En tercer lugar, en los juicios que tenemos más información- Maria de Encío y Juana de Castañeda- el motivo del amor, del sentimiento, será el punto nodal de la recurrencia a las hechicerías o supersticiones. Al interior de una cosmovisión en donde los sujetos están ligados a lo trascendente, la recurrencia a métodos mágicos para alterar el destino o favorecerlo no es una acción peregrina.
De este modo, el compartir la creencia en prácticas sobrenaturales para torcer los designios vitales debió haber posibilitado la creación de sincretismos y agregar elementos importantes a la cultura mestiza latinoamericana; las mujeres- de las distintas etnias en relación- fueron las artífices de esta amalgama.
La brujería del “otro”: indios rebeldes e idolatras.
En el recorrido que hemos hecho emerge con fuerza un tipo de “brujería” que, con semejanzas y diferencias, se desplaza en el tiempo. Nos referimos a los procesos por brujería a los mapuches de Boroa, de Chillan y Chiloé. Se trata, en todos estos casos de indígenas, supuestamente asociados, en donde predominan los hombres, pero siempre se le atribuye a una mujer un rol central.
Las victimas que construye el orden colonial y republicano son entonces “lo otro” de la “blanquidad” - así como las mujeres aparecen para la Inquisición como “lo otro” del poder masculino.
Al respecto, Girard expresa que: “ las minorías étnicas y religiosas tienden a polarizar en su contra a las mayorías. Este es un criterio de selección de victimas sin duda relativo a cada sociedad, pero en principio transcultural. Hay muy pocas sociedades que no sometan a sus minorías, a todos sus grupos mal integrados o simplemente peculiares, determinadas formas de discriminación cuando no de persecución”.
Ya sea por las sospechas de alzamiento en lo que denominamos la “guerra de los encantos”; por la paranoia de un sacerdote que veía en cada mapuche a un brujo o por presunción de muertes en Chiloé, grupos de indígenas fueron acusados de practicas hechiceras. En un cierto continuum, desde el siglo XVII al XIX, sobre quienes recaen las dudas y desconfianzas son los sujetos de al minoría étnica mapuche. Esto es de gran importancia en tanto estaríamos en presencia de un mecanismo transcultural de victimas pero es interesante también porque revela que un grupo “blanco”, “civilizado”, comparte similares creencias con el grupo indígena.
Lo peculiar de estos casos, a diferencia de las clásicas acusaciones de brujería en Europa y el resto de América, es que se trata de persecuciones a individuos, supuestamente asociados en trono a la brujería en los cuales como ya lo dijéramos había una mayoría de hombres y una machi o curandera a la que se imputaban casi todos los males. Sin embargo, los hombres compartían con esas mujeres la calidad de brujos. Por eso, podemos decir que estos sucesos se produce una interacción de genero en donde lo masculino y lo femenino poseen un rasgo que los une: su capacidad de manipulación de lo sobrenatural.
Común a tos estos procesos estas también cuevas o reni en donde los indígenas celebraría n sus ritos y ceremonias maléficas. Ya sea en ala zona central o en el sur las cuevas eran custodiadas por culebras, lagartos, culebrones, chivatos, invunches y a veces por anchimallén. Una característica de estas cuevas es que ellas se heredaban: pasaban de brujo en brujo. Es posible apreciar procesos de mestizaje cultural en las cuevas: algunas estaban forradas de madera, otras lucían en su interior dorado, la de Quicaví poseía sillas y mesas y todas estaban semi ocultas a los ojos de los mortales comunes y corrientes.
Otro punto similar es que en casi todos estos procesos los inculpados, además de pertenecer a la cultura mapuche son parientes entre si ya sea por alianza o consanguíneos, o bien vecinos.
Tal vez, el juicio seguido en el siglo XVII a los brujos mapuches de Boroa por ser más antiguo proporciona interesantes elementos para conocer las relaciones interétnicas y las visiones del “otro” que tenían los españoles. Resulta evidente que lo que los europeos entendieron como “brujería” se relacionaba con practicas chamánicas mapuches. Por otro lado, se trata de un juicio que mezcla la acusación de rebeldía y de brujería juntas.
En este caso es claro que se trata de una situación en donde las acciones chamánicas se relacionaban tanto con “micropolítica” como con la “macropolítica”. Por una parte, es discernible la resolución de conflictos entre personas a través de “hacer el mal” para restaurar “agravios” y por la otra, la conclusión de las tensiones entre mapuches “amigos” de los españoles y “enemigos” de éstos.
Se pueden así conectar las practicas de “brujería” con procesos de resistencia étnica.
Los brujos como enclaves de la diferencia.
El proceso seguido a los brujos de Chillan revela una serie de similitudes, como lo expresáramos, con el anterior. Desde nuestra óptica, leemos en este caso el devenir de los mapuches en la zona central, mestiza y española.
Nuevamente aquí aparece el terreno de las relaciones interétnicas y de genero. Un grupo de indígenas mapuche sindicados de brujos, supuestamente se reunían para confabularse y hacer hechicerías.
Un numero más o menos igual de hombres y mujeres se congregarían para efectuar borracheras y bailes, en un entramado de elementos que pertenecen tanto al universo indígena como al europeo: el chivato pillán, las guitarras en conjunto con el cultrún, etc. En los brujos de Chillán se puede vislumbrara parte de la cultura mestiza de la zona central del país.
La organización secreta.
En plena Republica emergerá nuevamente la acusación de prácticas hechiceras contra un grupo de mapuche-huilliches.
Observamos en este caso, que también la brujería esta asociada a la solución de tensiones intra e intergrupales. La “asociación” aparece así brindando “justicia” dentro de una compleja estructura administrativa de tipo mestizo
( en el sentido de la combinación de elementos de la jurisdicción chilena con la indígena).
La muerte del mal.
Los tribunales contemporáneos de justicia también actuaron en un caso de acusación de brujería que a diferencia de los anteriores fue resuelto sin recurrir a ellos. Juanita Catrilaf fue procesada por el asesinato de su abuela la machi Antonia, acusada de ser Kalku (bruja.) Por la propia comunidad indígena. Juanita fue absuelta por pertenecer a un mundo “otro”, su violencia es aceptada por estar inmersa en un código no chileno, desplazando la culpa a la sociedad global que abandona a los indígenas en la miseria y la ignorancia. Así, si antes idolatras y faltos de fe, hoy los mapuches son víctimas del abandono de la civilización, de una sociedad que es responsable de que ellos sigan cometiendo actos salvajes (prácticas de brujería y superación de sus efectos vía un dictamen cultural: dar muerte a la bruja.)
Quizás sea este el caso más interesante, desde el punto de vista de la construcción de la bruja- víctima, sobre todo, porque ocurrió en una época moderna y porque, como en un sueño recurrente, los “otros”, los indígenas, son los sujetos en los cuales recae el ser hechicero.
1 es interesante señalar que el diccionario de la real academia española aparece como definición de brujería: superstición y engaños en que cree el vulgo, se ejercitan las brujas, y entre las acepciones de bruja mujer fea y vieja.
2 Weston la Berre citado or Solomon; 487.
“BRUJERÍA Y MAGIA EN AMÉRICA”.
Capitulo: La brujería americana.
e. Conclusión.
La religiosidad amerindia es un animismo que, acentuando, según las religiones, el aspecto fetichista o totemista, se diferencia de la africana en cuanto al papel desempeñado por el hechicero.
El chaman es un superhombre gracias a sus extraordinarios poderes, el hechicero africano es más bien un sabio.
Ambos conocen la manera de utilizar las fuerzas espirituales, pero el chaman, a diferencia del hechicero africano, que mas bien procura su alianza o benevolencia, manda sobre los espíritus.
Según el animismo africano, los espíritus pueden poseer a cualquier persona; en la versión amerindia, los espíritus poseen tan solo al chaman.
Este puede transferir su alma al cuerpo de animales u otras personas, suspendiendo las funciones vitales del propio, mientras que el hechicero africano no.
En ambos animismos, las almas de los fallecidos influyen en los acontecimientos de la vida y están en intimo contacto con los vivos; sin embargo, el manismo no es precisamente un aspecto desarrollado por los amerindios, quienes más bien temen instintivamente a los fantasmas y procuran alejarlos a base de constantes ofrendas.
Nos parecen aceptables las conclusiones de Metreux acerca de las tribus amazónicas y validas para ser aplicadas, salvo las variantes señaladas, a la religiosidad amerindia en general.
Resumiendo los amerindios creen:
1º En la existencia de un ser supremo, fuerza o espíritu que no suele interferir en los asuntos humanos y al que no es preciso tributar culto.
2º En la existencia de fuerzas o espíritus no humanos, invariablemente hostiles a los hombres, cuyos fetiches son los bosques, ríos, montañas, animales, los fenómenos geológicos y meteorológicos, etc.

tanur

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